En el capítulo cuatro del segundo libro de los REYES encontramos una pequeña colección de milagros de parte del profeta Eliseo. Cada milagro que aparece aquí es una demostración del extraordinario poder y prestigio que poseía el profeta de Dios. Tratar de explicar algunos de los elementos milagrosos de estas historias no sería de mucho provecho. Sin embargo existen algunas lecciones que sin lugar a dudas serían de mucho beneficio para el crecimiento espiritual y teológico de cada lector.
Muy distinta es la condición de la protagonista de este segundo relato. Marcado por la triple repetición de un día (8:11.18). Mujer rica, con una casa en Sunén( en el valle de Yizreel), centraliza y dirige todas las iniciativas a lo largo de la narración. Persuade a Eliseo de que coma allí; y que lo haga cada vez que pasa (vs 8); lo reconoce como hombre de Dios, santo (única vez en la Biblia que se dice de un profeta) y propone a su marido la construcción y mobiliario de una habitación superior para él. Y así fue.
Un día pasó por Sunén…
Un día están allí Eliseo y su criado…
Un día el niño enferma en el campo…
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